jueves, 14 de mayo de 2009

Las voces... ¿escuchas aquellas voces?

Estos muertos no mueren
se alejan entre las sombras,
se ocultan debajo de las pestañas,
se transforman en ancianitas,
le dan de comer a los pájaros en la banqueta
pero no se mueren.

A estos muertos no los entierran:
los visten para la cena,
los lavan y planchan para ir a la escuela.
los sacan al patio para jugar
con cualquier pedazo de roca o de madera
pero no los entierran.

Mis muertos no se acaban
nacen cada minuto y escapan
se ríen
se apagan
vuelan de aquí
para dar la vuelta y pasar
otra vez
como siempre
en este despertar repetitivo y eterno
en este ciclo REM de proporciones épicas
desde su cabaña en algún cráter de la luna.

Me rodean, 
las cuencas vacías
los labios secos
las uñas quebradas
la piel pútrida
el apestoso aroma de su vida interminable
sus brazos, se me acercan
no mueven la boca pero escucho
me quieren
me llaman
vamos, ven, no temas
pero no, no quiero, 
y no importa.

Ni un latido
nada
sonrisas tampoco
su boca, los labios
se abren
los dientes deshechos
no corro, ningún lado es seguro
sólo aquí, con ellos
y ellas
mis todos
nunca fantasmas
ni muertos sobre mi espalda
no necesito una bala
con su cara me basta
más cerca
a tres
dos
uno
medio
y
ya...

Mis muertos nunca se mueren,
no,
no pueden morirse
ni puedo enterrarlos
sólo sentarme a su lado
y jugar a que la vida no acaba
a que no morimos
soñar con los cuentos de hadas
cantar con las voces quietas
rastrear, cazar
¿quién sigue?

No tú, se más sensato:
mata a tus muertos
antes que ellos vuelvan 
juntos, a lo bola de nieve,
a lo pandemia,
para comerte
y desangrarte,
arrancar la humanidad de tus restos.

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